Ricardo Larraín: “ATN ha hecho un trabajo decisivo en la lucha por la conquista de los derechos de los directores y guionistas audiovisuales”

Esta entrevista es posiblemente la última del autor antes de fallecer.

 

Por Pilar Subiabre

Fue miembro fundador y Consejero Directivo de ATN hasta el final de sus días, participando activamente en la lucha por lograr el reconocimiento de los autores audiovisuales. Siempre observador y a la vanguardia de los procesos de la industria audiovisual en Chile, en esta entrevista desentraña las dificultades y carencias que tuvo como creador; la inexperiencia de una industria audiovisual en ciernes luego de la dictadura; y vivencias que lo convirtieron en un artista y profesional de las comunicaciones con un sentido profundamente humano, siempre atento a los movimientos de la sociedad y su entorno.

“Pucha, estoy frito. No voy a poder trabajar nunca en esto que me gusta”, pensaba un joven y desesperanzado Ricardo cuando la angustia de la cesantía lo invadía. Y es que cuando este cineasta, guionista, productor, realizador audiovisual y profesor universitario egresó de la carrera de cine de la ya extinta Escuela de Artes de la Comunicación de la Universidad Católica, se vio enfrentado de golpe y porrazo con el Chile de los años ’80, sometido a un largo y estricto período de censura decretado por la dictadura militar. Los artistas desaparecían, se exiliaban o se iban del país en busca de oportunidades. Y de la producción de cine nacional, ni hablar.

Sin embargo, la templada formación recibida desde niño en los scout, sumado a su irremediable entusiasmo por la escritura y el teatro, convergieron en él como una manera de habitar el mundo y así afrontar los desafíos que se le presentaban como autor.

Desde joven, Ricardo disfrutaba de caminar por los campos, contemplando la naturaleza y escuchando las historias de vida que tenían para contarle aquellas personas que vivían alejadas de la ciudad, ajenas a las costumbres y prácticas burguesas. Luego, con mochila al hombro, un libreto, un saco de dormir y muchas ganas, partía con un grupo de amigos a recorrer Chile, montando obras de teatro dónde y cómo se pudiera, en parroquias o plazas de pueblos, en foros de universidades, “A mí me parecía que la vida tenía mucho sentido de ser vivida entorno a actividades como estas” comenta sobre sus experiencias juveniles.

Su mundo creativo se fue inspirando por estas vivencias, las cuales le demostraron que su modo de trabajar, crear y vivir deberían estar atravesados por el movimiento constante y la atenta observación a su entorno: “las cosas están vivas, los procesos están vivos y nosotros estamos adentro, entonces por eso no soy amigo de las nostalgias, del cómo era antes, de los estereotipos de cómo debería ser ahora. Nuestra obligación es estar atentos al tiempo que te toca en todo sentido: en los temas, en las formas de producción. Estar atento y estar inmerso en la sociedad en la que estás viviendo”. Y así fue como comenzó a experimentar con la creación audiovisual en distintos frentes: la publicidad, el cine de ficción, el género documental y la televisión.

Autor de cine, TV y publicidad

Si bien fue la galardonada película “La Frontera” la que lo llevó a la cima del reconocimiento profesional, obteniendo prestigiosos premios internacionales como el Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín y el premio Goya en España, no ha realizado tantas obras cinematográficas como hubiese soñado cuando recién egresaba. En cambio, derivó en la publicidad donde encontró un nicho para desarrollarse, y como dice él, “con las manos metidas en la masa”. Aquí es donde realmente aprendió del oficio, desempeñándose como director de fotografía y montajista. “La publicidad, curiosamente, tenía eso: que uno hacía las cuestiones directamente”. Sin embargo, cuando este ciclo finalizó, encontró un nuevo rumbo en la televisión.

¿Cómo es tu vínculo con la TV?

“Me volqué un poco a hacer películas para televisión, porque encontré que era un mercado más real. También había recorrido el mundo en festivales con mis películas, pero no encontraba un mundo muy atractivo en esa cosa como cerrada de los festivales, porque al final yo tengo una vocación y es que las películas de calidad, que uno cree hacer, las vea la mayor cantidad de gente posible. Entonces me ha hecho sentido, en los últimos años, hacer cosas para televisión y de buena calidad, como un proveedor externo. Eso me hizo participar en la serie “Héroes”; hacer esa película sobre el Padre Hurtado (“Alberto: ¿Quién sabe cuánto cuesta hacer un ojal?”); después hacer “Niño Rojo”, y ahora estoy involucrado en otro proyecto de miniserie”.

Y como autor ¿cuáles han sido los principales problemas que has tenido que enfrentar en tu carrera?

“Yo creo que el principal problema es la continuidad. Estoy iniciando mi octava película, aunque es una miniserie, pero yo le llamo película a todo, aunque sean pequeñas series para televisión, porque para mí ha sido lo mismo. Sin embargo, una persona de mi edad debería haber hecho veinte. Entonces eso merma, porque te desarrollas de una manera un poco más lenta, por lo menos desde donde me lo entiendo yo, desde el oficio, desde ser regular en la producción, y eso es doloroso. Yo tengo y he tenido muchas más ideas y más ganas de filmar de las que he podido gestionar, y eso va mermando, y va quizás limitando tu desarrollo como creador, pero a la edad que tengo, lo tengo también asumido y me parece que es como es y eso hace parte del asunto”.

Foto: Ricardo Larraín, en acción

Crisis en la TV chilena

Actualmente hay una crisis en la televisión chilena y existen críticas respecto a que los canales no quieren invertir en producción nacional.

“Es que no pueden. Yo, en ese sentido, creo en parte en la buena fe también. No creo que los canales no quieran. Creo que los canales cuidan su negocio, que a lo mejor lo cuidan demasiado y podrían ser un poquito menos aprehensivos, pero en definitiva todos sabemos que la industria de la televisión está cambiando y se está globalizando, y los canales están en aprietos también. Entonces, tú dices ¡chuta! cómo sobrevivimos a este aprieto.

Yo fui director del área dramática del Trece (C13) en una época en que daba lo mismo lo que costara la teleserie. Nadie hablaba del presupuesto. Al final se veía cuánto había costado. Es que era otro mundo. Y a veces se decía ‘oye, es que se nos pasó la mano. Esta teleserie fue más cara, así que para la próxima tengamos más cuidado’. La experiencia que yo tuve fue al final de esa época, pero no creo que hoy día sea ni por asomo así. O sea, te deben decir ‘mira esta teleserie tiene que costar tanto’”.

¿Y cuál vislumbras como el principal problema de los canales?

“Bueno, que tienen una competencia mucho mayor. O sea, digamos que hace 20 años era el 13 con el 11, en esa época en que Chilevisión no existía, La Red no rentaba y el canal 7 del Gobierno Militar era un semi-actor, digamos. Con la democracia, el 7 creció y entró una competencia 7-13 más peleada, después entró Chilevisión y ahora entró Mega. Entonces ahí nomás tienes cuatro, y los viejos ganadores ya no son ganadores, y la industria es mucho más ágil. Se reparte la torta entre más. Y a eso, súmale internet, Netflix, cable, entonces se ha complejizado, se ha diversificado y todavía subsisten, lo cual quiere decir que la torta también creció, sino ya se habrían hundido”.

En este escenario ¿Cuáles crees que son los principales desafíos para los autores audiovisuales hoy?

“Pasa algo que yo creo que es realista. Cuando hay más competencia industrial, las personas que fabrican toda esta cuestión tienen que tener en cuenta que su trabajo se tiene que insertar en el mercado ¿cierto? que es un poco contrario a lo autoral, en cierta medida. Depende cómo lo mires. Pero a esta cosa de que ’yo voy a hacer mi película de acuerdo a lo que yo quiero decir del mundo’ es cada vez más raro. Subsisten algunos, pero pocos. Entonces, creo que el desafío es generar esto que el mercado acepta y consume, buscando cumplir con esa cosa de fabricar este producto atractivo y vendible, pero que contenga un aporte al mundo en el que estás viviendo. Es difícil que las cosas sean comerciales y que tengan humanidad, y que tú las mires, aunque sea un poquito, y te aporte algo, descubras algo, te enseñen algo, te maravillen en algo ¿no? Que no sólo te atonten un rato. Es difícil. No tengo nada contra la producción comercial de las cosas, porque de hecho el mercado las consume y le da trabajo a mucha gente, y mucha de esa gente que trabaja ahí hace paralelamente alguna cosita que tiene valor. Entonces se da una cosa mezclada. Creo que el trabajo de los autores es proveer de contenido a esta industria que tiene una demanda comercial. Esta ha sido mi forma, o la forma que me ha ofrecido mi medio en los últimos años para expresarme como autor dentro de las posibilidades que se me brindan. Yo digo ‘bueno, voy a ver cómo conecto con esto’ y desde ahí lo voy a hacer ¿y cómo conecté yo? No defendiendo a O’Higgins (por “Héroes” y “El niño rojo”) como el padre de la patria, sino encontrando este personaje shakesperiano, que así lo veo yo, y tratando de expresar eso. También, cumpliendo con el producto que cuenta la historia de Chile, que le interesa a la gente que lo va a financiar”.

Ricardo, el Pionero

Fue impulsor de varias experiencias que rodean la industria audiovisual y le tocó participar, desde dentro, en la conformación de importantes instancias: fue miembro fundador de ATN -Sociedad de Autores de Teatro, Cine y Audiovisual-, participando activamente y siendo parte del Consejo Directivo hasta el día de hoy. También, fue uno de los primeros cineastas del cine moderno chileno en internacionalizar un largometraje en importantes festivales extranjeros, obteniendo el Oso de Plata en el Festival de Berlín en 1991 por “La Frontera”.

Junto a grandes directores como Silvio Caiozzi y Leo Kocking, organizaron el Primer Festival de Cine de Viña del Mar, luego del regreso de la democracia en 1990; fue parte de la comisión organizadora de la primera versión de los Primeros Altazor; fue uno de los primeros comisionados, durante el gobierno de Ricardo Lagos, para darle forma a los fondos concursables, Fondart; y formó parte del primer Consejo Audiovisual (CAIA).

¿Desde cuándo y cómo comienza tu participación en ATN?

“Como director y guionista estoy desde la fundación de ATN, a pesar de que últimamente he estado un poco inactivo por problemas de salud. Y todo empezó cuando Silvio Caiozzi me invitó a generar una instancia con los autores audiovisuales y me insistió ‘¿por qué no la formas tú?’ (ATN)… y yo lo hice (ríe). Yo soy un poco reacio a participar en estas cosas, pero siempre lo hago y agradezco eso, porque ATN ha hecho un trabajo decisivo en la lucha por la conquista de los derechos de los directores y guionistas audiovisuales. También respeto y admiro esa actividad permanente de Silvio, porque él, igual que yo, hemos estado en todas las paradas. Soy del directorio de ATN desde el comienzo y desde entonces estoy totalmente involucrado, porque siempre me pareció fundamental luchar por los derechos de nuestro gremio”.

¿Cuál crees que sería el aporte que vendría a ejercer la ley de derechos de autor que beneficiará a directores y guionistas audiovisuales?

“Yo creo que tiene que ver, de nuevo, con los equilibrios democráticos. O sea, las empresas, que son nuestra contraparte, son mucho más poderosas que los individuos que somos nosotros, y es difícil que estos David hagan entender a Goliat que tenemos derechos y que esos derechos, de alguna manera, tienden a mejorar el producto. Porque si tú, como guionista, tienes que escribir un guion de X lucas que te permiten vivir quince días, entonces el guion al que le vas a dedicar quince días te va a quedar de quince días. Ahora, si le puedes dedicar un mes, te va a quedar mejor, y si le puedes dedicar cuatro meses, te va a quedar mejor aún”.

Lo ves como un incentivo también.

“Si, entonces si te lo retransmiten quiere decir que te quedó súper bien y que te mereces un incentivo, que lo da el mercado. Entonces, yo no entiendo y encuentro contradicciones tontas, y realmente faltas de voluntad, y de todo, que aún no exista una ley. Encuentro que es una cuestión obvia. Ahora, a lo mejor estoy equivocado y hay algunas otras cosas que yo no sé tabular, pero en el mundo en que vivimos, obvio”.

Su gran proyecto inconcluso: La saga de O’Higgins

Foto: Ricardo Larraín, en acciónFoto: Ricardo Larraín, en acción

Desde hace algunos años, Ricardo Larraín encontró como autor un proyecto con el cuál desarrollarse. O bien, el proyecto lo encontró a él. Se trataba de narrar la vida de Bernardo O’Higgins, personaje considerado como el padre de la patria por la historia oficial de Chile. Pero, fiel a su estilo, Larraín lo hacía desde una perspectiva diferente y humana, desmontando al prócer de su estatua.

Todo comenzó cuando le propusieron dirigir el episodio dedicado a O’Higgins en la serie “Héroes”, transmitido por Mega. Desarrolló un guion tan extenso que no le bastaron dos horas de pantalla. Es así como siguió con la miniserie de cuatro capítulos “Un niño rojo”, donde se desentrañaba su infancia.

Recientemente se encontraba trabajando en la continuación de esta saga, pre-produciendo “El guerrero enamorado”, obra que obtuvo fondos otorgados por el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) y que también fue ideada en formato de miniserie. Esta vez, se trataría del romance entre Bernardo O’Higgins y Rosario Puga, en medio de la Guerra de la Independencia.

Esperaba finalizar la precuela con el retiro del Libertador, la que sería su película más personal de la serie, “porque el retiro de O’Higgins es súper poco conocido y es muy dramática la etapa de la vida en la que te tienes que desprender de lo que tú has sido”, comentó. Esta última pieza de la saga de O’Higgins, coincidiría con su propio retiro como realizador.

Sin embargo, la noche del lunes 21 de marzo de 2016, a los 58 años, falleció luego de 10 años de lucha contra el cáncer. Su partida fue tal y como le gustaba estar “con las manos metidas en la masa”, en medio de la vorágine de su trabajo como director y académico en la escuela de cine de la Universidad Mayor, y de sus proyectos audiovisuales.

Foto

Sinopsis de “El guerrero enamorado”: http://www.cntv.cl/el-guerrero-enamorado-fondo-cntv-2015/prontus_cntv/2015-10-27/215038.html

La ingenuidad e inexperiencia en el Festival de Berlín de 1991

La historia del cine en Chile resurge con la llegada de la democracia, en la década de 1990, luego de un largo período de muy poca actividad cinematográfica producto de la dictadura y la fuerte censura.

Con “La Frontera” presente en el Festival de Berlín en 1991, se inauguraba una nueva etapa. Nacía una nueva era, el cine moderno chileno, que traía esperanzas de crecimiento para soñar con una posible industria aún en ciernes. Sin embargo, eran las primeras aproximaciones y Ricardo deja un valioso recuerdo de su propia vivencia:

“Una cosa que es bien bonita… yo fui al Festival de Berlín con ‘La Frontera’. Éramos tres personas que fuimos de Chile, representantes de la película. Estábamos solitos, no cachábamos nada; no teníamos ni un contacto. Mandamos la película por correo, quedamos clasificados y fuimos. Nos pagaron los pasajes desde allá y cuando llegué (a Berlín), les digo (a la organización del festival):

Y el director del festival se muere de la risa como si estuviera hablando con un niño de cinco años.

Pero era como eso. Y él nos miraba como simpaticón, a estos cabros que no cachaban nada. Y un día, en el Festival de Berlín, llevé mi merchandising. Eran 10 afiches que llevé en un rollito. Entonces, un día, con la persona con la que fuimos, nos pusimos a pegar los afiches en el pasillo del edificio donde se hacía el festival. Trajimos una silla, nos conseguimos masking tape y empezamos a pegar los afiches.

Estaba pegando el primero y se me acerca un guardia enojado y me dice ‘bájese de ahí’ en alemán. No entendíamos nada. Me lleva como los guardias de supermercado, como medio detenido, a la oficina de la administración. Y de nuevo sale el director del Festival, me mira con amor, y me dice:

Al final, vuelve con un vale para que peguemos tres afiches en los pasillos… ¡y esa sería nuestra promoción! (ríe).

Entonces, cuando veo por Instagram la presencia de (Sebastián) Lelio con ‘Gloria’ en el mismo Festival de Berlín, yo pensaba ‘Aquí está la gran diferencia’. Un stand de Chile, gente de distribución, gente del Ministerio de Relaciones Exteriores, o sea, un pequeño equipo que ya cachaba muchas cosas. ¡Qué maravilla! Qué rico que ha habido este cambio y que las nuevas generaciones parten de otro piso, entienden de otra manera. Esto es producto del tiempo, producto de internet, pero bueno, que también hubo estas viejas experiencias nuestras, que eran mucho más precarias, y ahí hay otra gran diferencia: hoy día, las personas que hacen cine entienden mucho mejor el mundo externo y cómo se mueve afuera. Yo fui de festival en festival y fui a muchas partes del mundo, pero creo que no estábamos realmente preparados para sacarle partido a esa oportunidad, porque no sabíamos. Éramos pocos, no sabíamos bien qué hacer. Y esto, ha progresado experiencia tras experiencia. Pienso que la mía fue una de las primeras del cine moderno chileno (Entre el año 92 y 95 circuló con ‘La Frontera’) y es significativo el cambio.

Esos dos cambios son bien marcadores. Pienso que, por ejemplo, para mi generación esto tiene un efecto sicológico. Cuando uno hacía una película en esa época, era LA PELÍCULA, con demasiada solemnidad, porque era todo tan caro, tan difícil, te la jugabas demasiado. Pienso que ahora es mucho más liviano, lo cual permite explorar más, fracasar, y no pasa tanto. Probar, variar con los géneros, y hacer esto, o hacer esto otro. Es fantástico. Entonces hay una diversidad, una manera de hacer, un desparpajo, una soltura que no tiene nada que ver con la que había hace 20 o 25 años”.

Algunas de sus obras más destacadas:

Afiches obras destacadas

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